sábado, 3 de noviembre de 2007

La vigilancia

Mi padre solía invitarnos a muchos de sus viajes. Mayormente a mí y a mi hermana con nuestras respectivas parejas (mi mujer y mi cuñado).

No recuerdo por qué motivo, una vez invitó solo a mi cuñado a acompañarlo a Mallorca en un viaje de una semana. Mi hermana se quedaba en casa con los hijos, así que le pidió a nuestro padre que hiciera el favor de vigilar bién a su marido, pues su pillería era sobradamente conocida.

A la vuelta nos contó mi padre que lo habían pasado muy bien, pero que a Miguel (mi cuñado) lo había pillado en un par de ocasiones a punto de escabullirse de la habitación. Nos contaba que oyéndolo levantarse, le dejaba vestirse en la oscuridad por completo antes de encender la luz y descubrirlo con el pomo de la puerta ya en la mano, la ropa desconjuntada y los calcetines de distinto color.

Nos reímos todos mucho imaginando lo cómico de la situación, y mi cuñado, resignado, le confirmaba a mi hermana lo bien vigilado que había estado.

Tu hijo Ramón.


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