jueves, 4 de octubre de 2007

Los Cachirulos

¿Te acuerdas yayo cuando te acompañaba (con 6 o 7 añitos) al viejo cauce del rio Turia, por el que todavía corría un mínimo caudal, en busca de la caña de bambú?

Es un recuerdo un tanto difuso, pero del todo imborrable.

Tendrías que ver en que se ha convertido ahora (una especie de Central Park, con inmensas construcciones dedicadas al ocio), el río dejó hace mucho de recorrer su cauce, y de las cañas de bambú nunca más se supo.

La caminata que nos pegábamos era antológica (se me antojaba a mí), sobre todo de regreso cargado como ibas con una buena recolección de cañas en un hatillo anudado a la espalda.

Ya de vuelta, en el corral, las mondabas a navaja hasta dejarlas bien pulidas. Las cortabas a la medida adecueda sobre el viejo y tosco banco de trabajo (cuyo cajón rebosaba oxidadas herramientas casi milenarias) y con una facilidad pasmosa, componías el armazón romboidal que acabaría convirtiéndose en un estupendo cachirulo.

Luego venía el proceso de encolar y montar el papel de llamativos colores sobre el bastidor. Y por último añadirle esa larga cola de hilo de palomar con los lazos también de papel de colores para darle estabilidad.

Eran los tiempos en que en la tienda vendíais de todo, desde vasijas de barro y cacharros de loza para el hogar, hasta artículos de plástico, algún que otro juguete y sobre todo, esos maravillosos y artesanales cachirulos.

Tu nieto Jose.

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